miércoles, 18 de marzo de 2015

Perdón, ¿Dónde enchufo la RNM?

Hoy he leído en El País una noticia que me ha dado que pensar (Ver noticia aquí). Damos por hecho que la innovación supone destinar un montón de millones de euros en I+D+i así como disponer de la última tecnología, absolutamente imprescindible para el desarrollo de nuestros procesos productivos.

Cada vez tenemos más interiorizado que, sin esos presupuestos elevadísimos y sin contar permanentemente con lo último de lo último, es imposible que podamos realizar nuestra actividad con un mínimo de calidad. 

Y claro, darme cuenta del impacto que puede tener sobre la salud de una población un viejo Nokia 1100  enviando SMS me deja descolocado. Está claro que cada día mi iPhone va ganando creatividad al mismo ritmo que yo la pierdo.

Hemos interiorizado tanto esa dependencia que no somos conscientes, como díce Amy B. Smith, inventora y profesora del Massachusetts Institute of Technology (MIT) , de que "casi el 90% del dinero que se dedica a investigación y desarrollo se gasta en la creación de tecnologías al servicio del 10% de la población más rica del mundo".

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) se planteó en 2.001 como aprovechar la innovación tecnológica para la erradicación de la pobreza. En su informe ya se hacía hincapié  de que frecuentemente en el primer mundo se acentúan los riesgos hipotéticos para desechar desarrollos de tecnología,  mientras que se nos olvida la parte positiva que podría generar la misma en los países menos desarrollados.

Unos datos que me ponen los pelos de punta:

  • En 1.998 el gasto global (público y privado) en I+D+i sanitaria fue de 70.500 millones de dólares, pero menos del 10% se dedicó al 90% de carga de enfermedades (que obviamente se concentran en el Tercer Mundo).
  • El gasto de salud en Africa es menos de 10 $ per cápita.
  • Entre 1.975 y 1.999 menos del 1% de los fármacos legalmente registrados fueron para enfermedades tropicales.

Pero no voy a mostrarme pesimista. El abaratamiento de la tecnología también permite poder ofrecer soluciones cada vez más económicas para paliar este problema. Un ejemplo es el microscopio de papel desarrollado por los investigadores de la Universidad de Stanford (con un coste de fabricación de apenas 0,70 euros y capacidad de 2.000 aumentos). 

Me tranquiliza saber que las soluciones dependen más de mentes creativas y solidarias que de cantidades ingentes de dólares. Mentes que se preocupen por buscar avances sencillos y economicamente asumibles. Mentes que no se sorprendan de que no sea fácil enchufar una RNM de 3 teslas en los paises del Tercer Mundo.





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